Hace dos años participé en un concurso de la revista Sport Life, en el cual se escogió a ocho chicas de Guadalajara, D. F. y Monterrey para realizar una competencia de varias pruebas: correr 3,000 m., nadar 500 m., rodar 10 km., 500 m. de kayak y arrancones de 100 m. en la playa en Acapulco, Guerrero.
Lo sentimos por la gente que vive en los departamentos aledaños al centro de Coyoacán, porque además de las inevitables desveladas que tienen que soportar los fines de semana por la música de los bares y el movimiento que hay en la plaza hasta altas horas de la madrugada, este domingo se tuvieron que levantar a las 6 de la mañana en punto con el ruidoso despertador de los amplificadores instalados para el sonido local de la XVII Carrera Atlética Viveros de Coyoacán.
Para quienes viven al sur de la Ciudad de México puede parecer difícil llegar. Habrá quienes ni siquiera hayan escuchado de él, pero basta con abordar el metro y dirigirse hacia la estación El Rosario para llegar. Basta con caminar cinco minutos para encontrar la entrada principal del Parque Tezozomoc en la delegación Azcapotzalco.
Recuerdo un regional para la Olimpiada Nacional Juvenil en Puebla; justo 30 minutos antes de la final del 400, me encontraba en las gradas con el equipo de la universidad, leía unos artículos sobre unos bichos muy chiquitos que se encuentran en Cuatro Ciénagas, Coahuila, sitio único por su historia y biodiversidad en México y en el mundo.
Tenía que hacer unos ensayos para mi examen final de una de las primeras materias de la carrera de Biología: 15 artículos en tres días, justo los días de competencia. Todo un reto.
Hay algo en el Bosque de Tlalpan, una característica única, un rasgo en particular que lo hace tierra de corredores por excelencia.
Será el aire de un lugar sin estrés ni preocupaciones; el paisaje compuesto principalmente por altísimos árboles que se conservan como un punto verde en medio de una inmensa ciudad; el espíritu de la gente que prefiere este lugar para hacer ejercicio; la exclusividad que ofrece un circuito especialmente diseñado para aislar y brindar tranquilidad.
La pista del Sope recibe cada mañana a un sin número de corredores, muchos que entrenan por su cuenta y otros tantos que se reúnen con sus equipos y entrenadores. Así lo hacen Alejandra y Denise, quienes como cada lunes, miércoles y viernes, confían su entrenamiento a Beto, su entrenador personal.